De las Magnolias escondidas



La Historia de las Plantas de la Nueva España fue escrita por Francisco Hernández de Toledo después de haber realizado la primera exploración en territorio mexicano de 1571 a 1576. Bajo nombramiento de Protomédico del Nuevo Mundo, y con la encomienda del rey Felipe II de describir ese vasto y desconocido territorio con sus plantas, animales y minerales útiles a la Corona, Hernández recorrió buena parte del territorio nacional, describiendo más de 3,000 especies de plantas y 500 de animales. Desde entonces, diversos naturalistas, biólogos e instituciones han realizado esfuerzos por inventariar y documentar la diversidad de flora y fauna del quinto país mega-diverso a nivel mundial, donde la región central ha sido la más explorada y estudiada. Y, al mismo tiempo, la más transformada por el embate de las actividades humanas.

Por ello, seguir encontrando nuevas especies de plantas y animales en el pequeño estado de Querétaro resulta hoy en día extraordinario, máxime cuando su permanencia es incierta debido al cambio climático y a la presión que significa nuestro crecimiento poblacional.

Sin embargo, en la Sierra Gorda se han descubierto recientemente especies nuevas de plantas de una variedad de Familias. Ocupando el tercio norte del estado, este sector de la Sierra Madre Oriental resultó particularmente favorecido por la evolución. Sus altas crestas han formado sombras de lluvia y su latitud le permite albergar tanto flora y fauna Norteamericana, como de Centro y Sudamérica. Además, aún cuenta con amplias áreas en buen estado de conservación, donde su topografía ha defendido algunos de sus más valiosos santuarios.



Tuve el privilegio de crecer en dicha región (con una fuerte biofilia) y, cuando mis padres iniciaron en 1987 un movimiento social para la conservación de la biodiversidad, que derivó en la fundación del Grupo Ecológico Sierra Gorda (GESG), muy felizmente me formé junto al proyecto. 

Así que puedo decir orgulloso que soy conservacionista desde niño y que conozco de manera íntima los pliegues y sitios más recónditos y silvestres de la Sierra. Por ello, resultó natural sumar la fotografía como una herramienta más para destacar el valor del área y documentar su riqueza ecosistémica. Primero con actividades de foto-trampeo de jaguares y pumas (que resulta están presentes en estos montes, muchas veces muy cerca de las comunidades humanas) me di cuenta del poder de la fotografía. Las imágenes no dejan a persona alguna, por ajena que sea al tema, sin algún tipo de reacción. 

Desde un inicio decidí que mi actividad como fotógrafo fuera del mayor provecho para la conservación, por lo que mis imágenes pronto tuvieron oficio y beneficio gracias a la labor y conexiones del GESG. En materiales didácticos, posters, revistas, exposiciones y libros han llegado a un amplio número de vecinos o de fuera del área. 

Enfocándome en documentar especies endémicas, raras o amenazadas  de la región, por fortuna resultó que también he fotografiado especies nuevas para la Ciencia. 

Fue en 1996 cuando me encontraba realizando conteos por puntos como parte de un proyecto de monitoreo de aves y tuve que visitar de nuevo un viejo bosque de niebla muy especial, donde antiguos robles y cipreses de 40 metros están cubiertos por una tupida alfombra de musgos, helechos, orquídeas y bromelias y donde también he fotografiado jaguares, pumas y margays.

Allí me encontré con actividades de extracción de madera, todo legal y sin embargo letal. Sin compasión, ya habían derribado a matarrasa algunos cientos de árboles y, siguiendo con la tradición del gremio, los madereros e ingenieros forestales pagaban una miseria como “derecho de monte” a los humildes propietarios locales. Así, miríadas de formas de vida de un bosque de niebla realmente único iban a convertirse en leña y astillas. 

En ese entonces fue de lo más oportuno nuestra intervención para detener la masacre y establecer la primera reserva natural privada en la Sierra Gorda, donde desde entonces goza de completa protección el viejo bosque. Lo logramos  adquiriendo el predio gracias a la generosidad de 40 académicos, funcionarios y conservacionistas, la mayor parte de la Ciudad de México, que donaron una cuota por partes iguales. 

Muchos años después, en 2009,  fotografié a las dos especies de magnolias que crecen en ese mismo bosque, entonces identificadas como Magnolia dealbata y M. schiedeana, ambas amenazadas y con poblaciones apenas recuperándose gracias a erradicar al ganado y su ramoneo. 

Las magnolias son árboles sumamente especiales, pues son fósiles vivientes y las primeras plantas con flores. Cuando están en plena floración, su fragancia puede ser detectada a cientos de metros entre el bosque. En ese entonces comencé a colaborar con el proyecto británico ARKive, el cual busca crear un “arca” de imágenes con el mayor número posible de imágenes de especies de flora y fauna amenazadas en nuestro planeta con aportaciones de fotógrafos de todo el mundo. 

A finales de 2013 fui contactado por el Dr. José Antonio Vázquez, botánico y taxónomo de la Universidad de Guadalajara, quien, de manera casual, encontró las imágenes en la web de ARKive. Para el Dr. Vázquez, mis fotos de las magnolias resultaron algo especial y anómalo, por lo que procedió a solicitarme más archivos. Realicé más salidas a fotografiarlas y documentar su floración y frutos hasta que, finalmente, se produjo la confirmación de que se trataba de dos especies nuevas de magnolias. 

En julio de 2015, luego de un largo proceso, el botánico y sus colaboradores publicaron el artículo científico de la nueva Magnolia rzedowskiana, en honor al Dr. Jerzy Rzedowski, principal botánico en México. 




Con la segunda magnolia, el Dr. Vázquez tuvo la extraordinaria generosidad de dedicármela, describiéndola como Magnolia pedrazae, sin duda el máximo honor al que un conservacionista y fotógrafo de naturaleza pueda aspirar. Pues significa que, de alguna manera, tan especial árbol, que evolucionó hasta convertirse en una especie micro-endémica, hija de la Sierra Madre, se ha vuelto de la familia y lleva el apellido.


Es claro que el tándem entre fotógrafo, expertos en el tema y una organización como el Grupo Ecológico Sierra Gorda, con capacidad de gestión y hacer conservación in situ es realmente efectivo. 

Estos descubrimientos destacan la pertinencia de proteger sitios con alto valor biológico, proporcionando a los ecosistemas y especies un respiro ante la presión de los humanos, siempre demandantes de espacios y servicios ecosistémicos. De no haber dado el paso para protegerlos, posiblemente esas especies y otras hubieran desaparecido sin ni siquiera dejar rastro. Hoy, gracias a protección efectiva, sus poblaciones se han incrementado en un robusto 600%.

Simplemente, la sexta ola de extinción masiva por la que atraviesa la vida en nuestro planeta ya las habría alcanzado.




Fotografía y texto, Roberto Pedraza Ruiz https://www.facebook.com/RobertoPedrazaFotografiadelaConservacion
https://www.instagram.com/pedraza_roberto/

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Estaciones de limpieza marinas, el arte de la cooperación mutualista

SELVA MAYA: Portafolio de su actual estado de conservación.